Cada vez me interesan más las cosas naturales, los sabores puros y poco especiados, lo que llega sin ser buscado, como cuando llueve. Fui a ver Un toque de canela, con ganas de que me gustara, de que me envolviera, casi entregada, por griega, por gastrónoma, por astrónoma. Me gustaron sus fotos de Estambul, oníricas, coloreadas, saturadas... pero, en seguida, me sentí forzada a sentir y eso no me gustó. Era como si me llevaran a empujones, me metieran la cuchara en la boca por la fuerza: cómete esto, que te va a gustar. La última parte, los postres, con planos de Corraface, encantado de conocerse, y llena de frases pretenciosas que no llevan a ninguna parte, terminaron de decepcionar. En fin, que las especias (incluso la canela) han de ser administradas con mesura para que no maten el sabor de lo esencial.
Luna de Avellaneda, esa sí que me supo a gloria, a esencia elemental de lo que nos pasa en la vida, sin adobos, cosas que todos ya sabemos pero que nos gusta que nos cuenten, historias de las que no se sale indemne. Y la luna por ahí rondando a cada rato, a ver si somos capaces de tomar distancia. Y no.
...claro, os poneis cada pelicula...yo en cambio, mira, Resident Evil 2, el Apocalipsis, y tan fresco, con palomitas y cocacola...si es que no os fijais, tanta introspección no puede ser buena ;)
Escrito por mOe:) a las 22 de Noviembre 2004 a las 10:27 AMla canela en abundancia es un horror.
Ví este fin de semana luna de avellaneda y todavía estoy sedimentándola, dice mucho y de todo...
Clarice, ,verás que al final no va a ser gripe. Este tipo de cine tiene unos efectos secundarios terribles y hay que mirar el prospecto antes de automedicarse semejantes chutes en vena de recogimiento. Estoy con Moe, menos introspección que luego se queda uno con el tarro malo-malísimo.
Escrito por Netta a las 22 de Noviembre 2004 a las 06:11 PM