La primavera y los laxantes
Nuevos modelos, alegres colores pastel, tejidos más ligeros... El Corte Inglés, dueño y señor de la primavera, abre sus puertas a las olorosas florecillas de la estación más cursi del año. Pero se les olvida un pequeño detalle: algunos no tragan con esto de la felicidad primaveral. Algunos no se enamoran, ni sonríen, ni se sueltan la melena.
Por eso digo que El Corte Inglés se olvida de algo. Me parece a mí que, bien envueltos, con un lacito de seda, empaquetados con primor para que no recuerden mucho su precaria (aunque no tanto) misión, estos grandes almacenes, que dicen estar a la última, deberían recomendar para recibir a la primavera como Dios manda, una cajita de laxantes.
Nada más cerrar la puerta de casa esta mañana he comprobado lo imprescindible de este medicamentoso elemento (que puede ser también sustituido por productos de herbolario). Los síntomas son claros: cara color gris verdoso, mueca propia de dolor de tripas, rigidez de miembros y, un ligero rictus de superioridad, que achaco a la permanente contracción de los esfínteres.
Y es que hay tanta gente con cara de no haber... Aquel vecino del quinto que jamás sujeta la puerta del ascensor cuando me ve entrar al portal; el conductor del autobús que me amenaza con sacarme la sangre cuando le ofrezco un billete de diez euros; la cajera del súper, que no levanta la cabeza del lector de códigos de barras ni aunque me ponga de parto allí mismo; la compañera de trabajo tiesa, que se tragó un palo de pequeñita y le ha ido creciendo hasta convertirse en su columna vertebral... En fin, tantos que no...
Con lo fácil que es ponerse un laxantito, de esos pequeñitos y suaves, que apenas te enteras, y luego... ¡Qué descanso!
Hace tres días que mi compañera de trabajo está de baja por enfermedad y ahora me estoy dando cuenta de lo a gusto que estoy sin ella. Cuando veo que es la hora y no llega me pongo cada vez más contenta.
Cuando me pase eso con mi marido saldré corriendo.
El viernes fui a ver a Jorge Drexler, tierno encuentro con un montón de poemas cantados:
Tu beso se hizo calor,
luego el calor movimiento,
luego gota de sudor
que se hizo vapor, luego viento
que en un rincón de La Rioja
movió el aspa de un molino
mientras se pisaba el vino
que bebió tu boca roja.
Tu boca roja en la mía,
la copa que gira en mi mano,
y mientras el vino caía
supe que de algún lejano rincón
de otra galaxia
el amor que me darías
transformado volvería algún día
a darte las gracias.
Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da
nada es más simple
no hay otra norma
nada se pierde
todo se transforma.
El vino que pagué yo
con aquel euro italiano
que había estado en un vagón
antes de estar en mi mano.
Y antes de eso en Torino
y antes de Torino en Prato
donde hicieron mi zapato
sobre el que caería el vino.
Zapato que en unas horas
buscaré bajo tu cama
con las luces de la aurora
junto a tus sandalias planas
que compraste aquella vez
en Salvador de Bahía
donde a otro diste el amor
que hoy yo te devolvería.
Cada uno da lo que recibe
luego recibe lo que da
nada es más simple
no hay otra norma
nada se pierde
todo se transforma
El sábado fui a la compra y me encontré allí a una amiga del alma con un embarazo de ocho meses, abracé su barriga redonda y perfecta, pura ternura.
Cuando me despedí de ella fui hasta el pasillo de carnicería y compré una bandeja de 500 gramos de "Escalopines tiernos de ternera".
El domingo por la noche vi en la tele "Hable con ella", la ternura de personajes inocentes ¿o no tanto?, de amores desconsolados, tristeza hermosa y lejana.
Hoy me comeré los escalopines tiernos de ternera y disfrutaré de esta lluvia durmiente, seguramente en calma, con tantos analgésicos.
Al fin sola
A veces sucede
que se te llena el cuerpo de risas.
Vas y vienes del mundo a tus quimeras
y te rompes de alegría
dibujando silbos de júbilo a tu paso.
A veces sucede
que apagas la tele y te gozas,
pataleas como un bebé recién comido.
A veces te sorprendes y te amas
y entonces caes de culo y no te duele.
P.D. Esta noche iré a ver a Jorge Drexler. Os lo receto si os apetece que se os esponje un poco el corazón. Palacio de Congresos de Madrid, 21:00 h.
He vendido mi coche a una pareja de novios. Dicen que prefieren pagármelo de una vez porque no son capaces de ahorrar un poquito cada mes. Así que dice la novia (delante de su madre):
- Como este mes no podremos ir a ningún sitio porque no tenemos dinero, nos lo pasaremos metidos en el coche, ja, ja, ja...
La madre la observa y no sonríe ni por compromiso. Luego me mira a mí y, con un gesto, dice que ella no quiere saber nada (no sé si se refiere al pago del vehículo o a las actividades que la pareja tiene previsto desarrollar en su interior).
El novio (con carita de niño) se sonroja y no levanta la vista del suelo.
El coche les mira y sonríe, está contento de convertirse en nidito de amor. Se le encienden los faros y hace sonar el claxon. Los novios se van a dar un vuelta para "probarlo" y la madre y yo contemplamos en silencio cómo se alejan nuestras respectivas criaturas y nos damos cuenta de que los estamos perdiendo (pero a mí no me da tanta pena).
Al fin sola
Malos tiempos
Hay un duro trabajo que hacer.
Tengo que seguir escribiendo versos en los tiempos de la política.
Indecisa. No sé si ponerme a dieta
o seguir desnutriéndome a base de tristezas.
Me importa más la línea corporal
que el propio descubrimiento.
La confusión es el punto clave de cada día.
(La política trepa y seguro que al final todos debatimos y nos sumamos y rechazamos y censuramos, disponemos y decretamos porque no sabemos escribir mejores versos y, sobre todo, porque estamos aterrados y nos amamos nada).
Aunque ayer me di un hartón de fresas y ya sabéis que intenté bañarme en el sol y todo eso para dar la bienvenida a la primavera, lo cierto es que estaba fingiendo. Estoy bebiendo un traguito bien amargo y poco consuelo me ofrecieron los elixires así que volveré a los sueños para buscar pautas freudianas que puedan acaso guiarme un algo. El sábado soñé con Boris Izaguirre, venía a mi casa para que le acompañara en un viaje, a él y a una amiga suya que llevaba un bebé atado a la cintura. Cuando salimos y se montaron en mi coche, me encargaron que fuese a comprar un tinte para el pelo de Boris porque se le notaban las canas y ellos me esperarían en el coche. Fui a por el tinte a una droguería y cuando volví se habían marchado, robándome el coche. Me entró una depresión llorosa pero como hacía sol me fui a una terraza, allí me senté en una mesa con unos rastas, me pasaron un peta hecho con papel rosa y justo cuando iba a dar la primera calada redentora sonó el teléfono, era mi hermana diciéndome que se iba a Xanadú de compras, por si la llamaba y no estaba, que no me preocupara.
Empecé con todo esto para poder ser otras y cada vez soy más yo misma... Será que me gusto?
Yo siempre llevo flores,
busco el alivio tierno
si se acaba el azúcar.
Yo me baño en el sol
que sale chorreando
y te llevo el café cuando amanece.
Cuando sueño mis sueños
de pizca sibarita
me tumbo en tu boca
y me como este día
con elixir de fresas.
-Perdona que te insista, ¿por qué has llegado tarde?
-Me he quedado en el Metro más de la cuenta, ya te lo he dicho.
-Nadie se queda allí, mirando las paredes.
-Yo me quedo.
-¿Qué has visto? Cuéntame, al menos.
-Dos ojos.
-Yo también tengo ojos, mira los míos.
-Dos ojos luminosos, espaciales, enormes.
-Ya no me quieres.
Al otro lado, seguro, habrá algo más dulce, así no se hará largo el camino. Al otro lado habrá un puesto de refrescos para aliviar las penas, un puesto de burbujas de naranja y de limón que nos refresquen las entrañas. Al otro lado hay niños y sonrisas y no tanto cansancio y tantas penas.
Manos que pueden asir,
pupilas que pueden dilatarse
y llevar a inspección muros imaginarios
con la materia prima de toda su poesía.
Esta es su forma de colgar del cielo
el brillante poder de lo gozado.
Habíamos previsto hace años estos males,
hasta estas colectivas agonías
que se acercan a uno con su pasos de piedra.
Pero también los muros tienen alternativas.
Mi coche sabe que voy a venderlo y está asustado. Se ve que no le gusta nada la idea. Ayer cuando salimos del garaje se puso ñoño, se pegó a una de las columnas y se arañó todo el lateral, como si no quisiera salir de casa. Di marcha atrás e intenté razonar con él pero no hubo forma y al final tuve que dar un volantazo y salir de allí sin más contemplaciones.
Una vez en la calle me dio un buen susto saltándose un Stop. De nuevo tuve que reprender a mi coche y luego tranquilizarle porque no entraban bien las marchas, se le notaba nervioso.
Por la noche llegó lo más dramático, intentó suicidarse contra el tronco de un árbol, menos mal que estuve al quite.
Nunca he sido demasiado afectuosa con él pero debe de haberse acostumbrado y ahora tiene miedo al cambio. No sabe quién invadirá a partir de ahora sus intimidades y llenará sus tripas, no sabe quién le buscará las vueltas y manejará su palanca. Mi coche tiene miedo, se siente traicionado pero a mí no me da pena porque nunca he sentido apego por ninguna cosa, así soy de fría.
En estos momentos estoy imprimiendo un cartel de SE VENDE y lo voy a pegar en una de sus ventanillas traseras.
Ni siquiera importa ahora que su nombre huela igual que la lluvia porque nunca terminará de regresar y quedarse en mi olfato.
No es como si su sombra, al menos eso, pudiera pasar de refilón por alguna de mis mañanas y alegrarme la vida. Pero no, ya se cubrió su rostro de cachitos de pena y sólo duele aquí, en medio del pecho, como un infarto.
¿El ocho de qué...?
Me van ustedes a perdonar pero es que hoy no me puedo quedar a escribir. Tengo mucha prisa porque tengo muchas cosas que hacer y muchas cosas que ser. Tengo que ser una buena ama de casa pero, eso sí, una ama de casa actual, que se beneficia de los avances tecnológicos para tener más tiempo libre y dedicarse a ella misma. Ahora, discúlpenme, pero tengo que rellenar este test de personalidad porque estoy a la búsqueda del autoconocimiento: ¿En ciertas situaciones le oprime, de repente, una angustia inexplicable sin que pueda escuchar la voz de la razón? A) Nunca me ha ocurrido semejante cosa. B) Si me pasa, me atiborro de valiums. C) Soy una mujer realizada, no tengo tiempo para angustias.
Estoy mordiendo la punta del lápiz y no sé dónde poner la cruz. El caso es que voy a dejar esto del test porque ya es hora de ser madre de familia. ¿Cómo era esto?, ¡ah, sí! frágil y a un tiempo protectora, que lleve a los niños al psicólogo y no le falten yogures con máximo aporte de calcio. Hablando de calcio, mañana tengo que llevar al mayor al dentista, por lo de la ortodoncia.
Les cuento, antes de irme, que últimamente he visto anuncios en la tele donde padres angelicales se ocupan de las necesidades de sus bebés. No puedo pararme ahora en esto, porque soy también un cuerpo, con mis labios, pelo, boca, piernas... Les dejo, me voy al gimnasio para no dejar desfallecer mis tejidos, a la peluquería para que me ondulen la laciedades de mi cabello, al salón de belleza para quitarme diez años y a hacer un régimen para perder veinte kilos.
Ya estoy preparada para ejercer de símbolo sexual y/u objeto decorativo. Puedo mostrarme encantadora y sensual con mi pareja o sentarme junto a otros objetos materiales y esperar a ser admirada cual exótica mercancía, pero no por mucho tiempo porque yo, ya se pueden imaginar, soy una mujer moderna, independiente, dinámica, sofisticada, activa y, si me apuran, incluso culta, así que tendré que leerme un par de libros y casi todos los periódicos; ir al cine para ver la última película de autor, of course, en v.o. subtitulada; estar al día en la política exterior y no perder comba en los avances de la genética y la informática.
Lo siento, pero hoy no puedo enviar el post porque me tengo que marchar a trabajar ocho horas para ganar un tercio menos que mis compañeros varones y no esperar nunca ocupar sus puestos en la dirección de la empresa.
Las mujeres de hoy en día somos así, ¿qué quieren que les diga? No tenemos tiempo para andarnos con reivindicaciones de esas feministas y en pro de no se qué igualdad, con lo "agustito" que estamos en nuestro papel. ¿El ocho de qué...?
Hoy me duele y no puedo casi ni respirar. Tomo antídotos para este veneno pero no hacen efecto. Entro y salgo y mis compañeras me miran compasivas y me dicen que ya se pasará. Yo sólo quiero cerrar los ojos y dormir, que me acurruquen y pueda dormir un largo tiempo hasta que se pase el miedo, mientras que otros lo solucionan todo.
Quiero poner el cuenco de mi piel bajo tus ojos
y agazaparme allí,
las piernas dobladas, el pecho junto.
Hibernar.
No salir nunca.
Al fin sola
Contra mi costumbre esta ves no escribo yo sino que he invitado a Gabriel Celaya para que nos arregle el día y nos recuerde cuántos momentos felices podemos absorver casi sin darnos cuenta.
Momentos felices
Cuando llueve, y reviso mis papeles, y acabo
tirando todo al fuego: poemas incompletos,
pagarés no pagados, cartas de amigos muertos,
fotografías, besos guardados en un libro,
renuncio al peso muerto de mi terco pasado,
soy fúlgido, engrandezco justo en cuanto me niego,
y así atizo las llamas, y salto la fogata,
y apenas si comprendo lo que al hacerlo siento,
¿no es la felicidad lo que me exalta?
Cuando salgo a la calle silbando alegremente
--el pitillo en los labios, el alma disponible--
y les hablo a los niños o me voy con las nubes,
mayo apunta y la brisa lo va todo ensanchando,
las muchachas estrenan sus escotes, sus brazos
desnudos y morenos, sus ojos asombrados,
y ríen ni ellas saben por qué sobreabundando,
salpican de alegría que así tiembla reciente,
¿no es la felicidad lo que siente?
Cuando llega un amigo, la casa está vacía,
pero mi amada saca jamón, anchoas, queso,
aceitunas, percebes, dos botellas de blanco,
y yo asisto al milagro --sé que todo es fiado--,
y no quiero pensar si podremos pagarlo;
y cuando sin medida bebemos y charlamos,
y el amigo es dichoso, cree que somos dichosos,
y lo somos quizá burlando así a la muerte,
¿no es felicidad lo que trasciende?
Cuando me he despertado, permanezco tendido
con el balcón abierto. Y amanece: las aves
trinan su algarabía pagana lindamente:
y debo levantarme, pero no me levanto;
y veo, boca arriba, reflejada en el techo
la ondulación del mar y el iris de su nácar,
y sigo allí tendido, y nada importa nada,
¿no aniquilo así el tiempo? ¿No me salvo del miedo?
¿No es felicidad lo que amanece?
Cuando voy al mercado, miro los abridores
y, apretando los dientes, las redondas cerezas,
los higos rezumantes, las ciruelas caídas
del árbol de la vida, con pecado sin duda
pues que tanto me tientan. Y pregunto su precio,
regateo, consigo por fin una rebaja,
mas terminado el juego, pago el doble y es poco,
y abre la vendedora sus ojos asombrados,
¿no es la felicidad lo que allí brota?
Cuando puedo decir: el día ha terminado.
Y con el día digo su trajín, su comercio,
la busca del dinero, la lucha de los muertos.
Y cuando así cansado, manchado, llego a casa,
me siento en la penumbra y enchufo el tocadiscos,
y acuden Kachaturian, o Mozart, o Vivaldi,
y la música reina, vuelvo a sentirme limpio,
sencillamente limpio y, pese a todo, indemne,
¿no es la felicidad lo que me envuelve?
Cuando tras dar mil vueltas a mis preocupaciones,
me acuerdo de un amigo, voy a verle, me dice:
"Estaba justamente pensando en ir a verte."
Y hablamos largamente, no de mis sinsabores,
pues él, aunque quisiera, no podría ayudarme,
sino de cómo van las cosas en Jordania,
de un libro de Neruda, de su sastre, del viento,
y al marcharme me siento consolado y tranquilo,
¿no es la felicidad lo que me vence?
Abrir nuestras ventanas; sentir el aire nuevo;
pasar por un camino que huele a madreselvas;
beber con un amigo; charlar o bien callarse;
sentir que el sentimiento de los otros es nuestro;
mirarse en unos ojos que nos miran sin mancha,
¿no es esto ser feliz pese a la muerte?
Vencido y traicionado, ver casi con cinismo
que no pueden quitarme nada más y que aún vivo,
¿no es la felicidad que no se vende?
Dice mi jefe que actualice la web de la empresa y juro que me levanto cada día con esa intención pero siempre surgen un montón de asuntos que requieren una actualización prioritaria y así no hay forma.
Primero, la web de marido que tengo, superobsoleto, con su cara de ayer, su pijama de ayer y su cerebro arcaico, de la era preinternet, a este tengo que actualizarlo pero ya, ¡qué pereza!
Me miro en el espejo, me peso, renovación total se impone, mi web corporal está absolutamente caducada así, claro, ni una sola visita desde hace...
En la oficina, qué asco de trabajo, qué asco de jefe... Mañana te juro que empiezo por lo del marido y acabo con la web como que me llamo...