Al fin sola

Impaciencia

¿Tienen paciencia el viento, la lluvia, los amaneceres, el sueño? ¿Se contienen las frutas cuando mueren las flores? ¿Son cautos, circunspectos, los latidos, las ansias? ¿Podré esperar, entonces, si tú me llamas, a que vengan acaso tiempos mejores?

Desazón

Al fin sola

Estoy en plena desazón, no me puedo estar quieta. He cambiado mi escaño por el de mi compañero a ver si así encontraba acomodo. Pero nada. Qué comezón, qué tensión, qué sobresalto continuo. Una suerte de génesis me atenaza, una sospecha de comienzo de cuento, un presentir de algarabía que me mantiene mareada de raíz. Estremecimiento que pesa y me obliga a recolocarme, como pieza de puzzle sin encaje, una foto movida por el vértigo, la fiebre que dispara el sistema inmunológico. Me siento, me levanto, me tumbo, me paseo, doy una vuelta coche, hasta cojo el autobús, a la búsqueda de qué se yo qué cosa; auscultando las calles, recorriendo miradas a ver si encuentro un bálsamo que alivie este prurito de perspectivas.

Huaorani

He pasado la noche en una casa larga de los huaorani, en la selva del Amazonas. Aquí la gente que habita en la misma casa se vuelve de la misma sustancia, así que me dejé llevar para contemplar paso a paso la transformación. En esta casa viven seis mujeres, diez hombres y un número indeterminado de niños. Me tumbé en una hamaca y me trajeron la cena, comí con ellos y observé cómo se introducían unos a otros los alimentos en la boca y se acariciaban con los hombros y con las cabezas, reían. Además de la comida comparten la sensualidad, es su art de vivre. Después de cenar, me acariciaron, me despiojaron, los niños treparon por mis pechos y besaron mis pies, las mujeres enredaron mi pelo y los hombres masajearon mi espalda. Disfruté del placer de ser mimada y arrullada sin tensiones eróticas, sin contratos afectivos. Este bienestar promiscuo y saludable me hizo revivir en medio de la selva, me substanció, me nutrió. Pero esta mañana, a primera hora, han llegado los misioneros y me han obligado a vestirme inmediatamente y a salir de la casa larga sin poder ni siquiera despedirme de mi nueva familia.

Estación sexual

La primavera es la estación sexual, la fértil, la explosiva. Nos vamos quitando ropa, acercando cuerpos, ampliando sonrisas. Amanece la sensualidad de las pieles que necesitan airearse (de la lana a la seda), van saliendo de sus madrigueras, como los instintos. Me gusta el sol. Lo necesito para mi particular fotosíntesis. Con la luz me extiendo, crezco, me esponjo. Abro la ventana miro los geranios y las azaleas, el cielo, el parque... Ha dicho Florenci Rey que esta tarde empezarán a llegar las nubes pero, como soy una optimista impenitente, siempre pienso que serán pasajeras.

Folios

Al fin sola

He recogido esta ensalada de folios, he sido buena chica aunque te importe un bledo.
Ya sé que no te gusta verme perder el tiempo copiando aquí tu nombre por todos mis papeles.
Ya voy a trabajar y a rellenar mi vida hasta que llegue el justo momento de encontrarte
cruzando por mis días como la primavera.

Bailar

Esta noche iré a bailar para que tú me mires mientras giro; te contaré el cuento que te prometí y me olvidaré de que ando un poco mareada. Esta noche te daré luz de luna y recorrer de hormigas por tu cuerpo porque hoy es viernes y ya sabes que a mí los viernes se me va la mano.

Lápices de colores

Puedo hacerte socio VIP de mi memoria, descubrirte la cara oculta, mostrarte mis verdaderas intenciones pero llueve sobre mojado y valoro más las partes luminosas del terreno que me son más amables.
¿Quién quiere, a estas alturas, declaraciones de amor sincero? A ver, cómo se avanza desentrañando aspectos genuinos, proporcionando axiomas, el camino correcto, la amistad verdadera...
Convertí los dedos de mis manos en lápices de colores y me voy pintando una vida a mi medida, con algunos tachones en el margen de lo que no me gusta. Entre incoherencias y dudas me quedo con los días que amanecen azules y me alivian los ojos.

Ventanas

He abierto tantas ventanas en mi casa para poder respirar que, al final, se me ha caído el techo encima.

Coloreada

Las aceras han amanecido limpias como si no hubiera pasado nada y, sin embargo, tú trastocaste mis sueños y mis disimulados apetitos. Días de color blanco y de manzanas rojas, un sorprendente ansia de oír canciones tristes, un puzzle imaginario, un camino sin rumbo.
Me voy pintando en tonos que me aconsejas como si al tiempo me desdibujase, como fuera de lo que sé que era, como una sombra coloreada por Ouka Lele.

Remolino

Como hace mucho viento y yo soy muy pequeña tengo que ir agarrándome a las barandillas para no salir volando. Aún así, de cuando en cuando, me despisto y aparezco en lo alto de cualquier tejado caminando a dos pasos de las inestables tejas. Tengo que hacer verdaderos esfuerzos para volver a bajar, reptando por fachadas, agarrada a los canalones y sin mirar nunca al suelo porque me dan miedo las alturas.
Como hace mucho viento, se me alborota el pelo y voy como las locas; ni viseras ni lazos aguantan un segundo en mi cabeza y voy dejando rastros a mi paso de prendas que no quieren abrigarme.
Como hace tanto viento, temo que me pierda en algún remolino y no encuentre el camino de vuelta a casa.

Mientras tú supervisas mis lunares

Al fin sola

Desmigas mi pelo
y nos fingimos mayores
en busca de la mesura.
Nunca tenemos tiempo de olvidarnos,
siempre somos artistas y piratas.
Vamos soltando gritos
en esta tierra de nuestras desvergüenzas.
Mientras tú supervisas mis lunares
casi toda la lluvia está cayendo
sobre miles de cabezas extrañas

Mujer fresa

Al fin sola

Anoche me dormí con una fresa en la boca. Ha germinado y he amanecido con una mata verde enredada en la cara y el pelo que ha florecido con la ducha. La he recogido en una trenza y he salido a la calle primaverizada. En seguida han empezado a nacer los frutos porque tengo unas mejillas muy fértiles, he cogido una fresa de mi sien y se la he dado a una niña que iba al colegio, he ganado una sonrisa deliciosa.
Me he acostumbrado rápidamente a ser una mujer-fresa. La mirada se me ha vuelto verde enrojecida, los labios afrutados y mi pelo ha tomado un aroma floral que no habría conseguido con ningún champú.
Siento cómo por dentro me crecen las raíces, me acarician el cuello, el pecho, el ombligo... Esta metamorfosis me complace, simbiosis natural, esplendor, renovación, renacimiento, fertilidad gustosa y aromática.
Al llegar al trabajo mis compañeras me han mirado con desdén y las he oído comentar que soy una snob.

Laberinto

Vuelvo de la feria, de girar en el carrusel, de deshacer volantes de nata, de perderme en tu boca. Me vuelvo a casa pero no estoy mareada ni triste, ni siquiera necesito describirte miedos. He pasado la noche dentro de un laberinto, buscando mi mazeway, intentando manejarme con soltura y, cosa imposible, salir indemne de mis saltos al vacío.
Lo quiero todo y sigo buscando. Me doy de bruces con mi imagen especular y me hago un chichón. Tomo otra ruta y sigue habiendo puertas cerradas, no tengo llaves y me lío a patadas, también de ahí salgo malherida. Qué susto hay dentro del pecho, como una casa vacía. No me doy por vencida. Al otro lado, seguro, habrá algo más dulce. Abro los ojos.

Drogas para olvidar

¿Alguien sabe por qué los canadienses quieren venderme medicamentos a precio de coste? ¿Tan mala cara tengo?
Mientras mis compañeras de trabajo reciben correos invitándolas a probar penes de todo tamaño y condición, orgías con jovencitas o con los machos más machotes de la aldea global, mi buzón está lleno de incitaciones al pastilleo farmacéutico.
Hoy he hecho un pedido porque no tengo voluntad y suspendí el cursillo de “aprender a decir NO”. Así que estoy esperando casi ansiosa mi lote de drogas para olvidar que nadie me ofrece sexo, ni tan siquiera virtual.
Mira, mira cómo disfrutan mis compañeras al abrir su bandeja de entrada, las muy...

Enamorada de mi jefe

Al fin sola

Creo que me estoy enamorando de mi jefe. Sí ya sé que se trata de una situación tópica y que además es fuente de problemas pero no lo puedo evitar, c´est l´amour. Tenéis que entenderme. Ayer llegué a la oficina con mi más entallado traje de chaqueta sobre un top diminuto, con esa naturalidad ejecutiva que me caracteriza, moviendo vertiginosamente el puntero sobre mi Ipaq de última generación. El manos libres me permite inventar conversaciones en las que aleteo mis manos de uñas lacadas como golondrinas recién llegadas a esta primavera madrileña. En fin, que llego echa un pincel, separada cada pestaña y con los pezones apuntando al cielo.
Él, por supuesto, ni me mira, por más aspavientos que realice en mi fingida conversación con la agencia (empiezo casi a dar voces) y él, nada, a lo suyo, sin levantar la vista del guión, concentrado.
En vista del éxito obtenido doy por finalizada la cháchara telefónica y me siento a su lado, aspiro su aroma cargado de testosterona... Mmmmmm.
Claro, el problema es que tengo mucha competencia. Mis compañeras de trabajo van casi siempre desnudas, tienen curvas de vértigo, tetas inmensas y tentadoras, labios mullidos y..., bueno, lo demás os lo podéis imaginar, que no me gusta entrar en detalles.
Veo entrar a mi jefe en el plató, esta vez se acerca a mi oído, lleva un albornoz blanco e intuyo su cuerpo desnudo bajo la suave felpa. Me susurra que no se ha aprendido muy bien la cuarta escena, que le sople cuando entre el dormitorio durante la escena lésbica, que no sabe si se tiene que tirar a la rubia o a la morena. Yo asiento muy cerca de su boca, me tiemblan las piernas, se me seca la boca..., y es que ser manager de un actor de cine porno y enamorase de él da muy, pero que muy mal rollo.
A la primera que le toque me la cargo, pienso, mientras voy repasando su guión: hummmm, ahhhhh, ohhhhh, síííííííííííííí, ahora, ahora!!!!!!!!

No pienso levantarme

Ya te has puesto la cara de mañana, has comenzado a apagar estrellas y a coser calcetines. Yo, que estaba dormida, con el sueño en la boca, con el deseo intacto, las manos sujetando tus promesas, no pienso levantarme.
Anoche jugamos a medirnos los brazos a número de besos: los tuyos 40, los míos 28; así que seguiste por las piernas. Hoy es primavera y aunque me ha despertado Caetano Veloso, en un susurro, me tapo con la manta para que no amanezca, que no me da la gana salir al mundo ese de ahí afuera.

Vestida de princesa

Al fin sola
¿Desde cuándo se va a la muerte vestida de princesa?
Se avalanzó sobre la sopa demasiado caliente y se llagó la boca. Hay que amar con prudencia, sin desatino, como si no nos fuera la vida en ello. Buscando en el cuaderno de las recomendaciones y las medidas, tranquilizada a base de calmantes, enfundada, precavida y profilactizada enfrentarse al beso sin que la pasión se desparrame como en un vómito.

No tenemos remedio

Hoy he cogido los prismáticos para observar la vida desde lejos y centrarme en lo que verdaderamente importa. Como si no le hubiese querido nunca, me he sentado a escucharle, le he acariciado como si aún fuese un niño, como si no nos hubiésemos alejado tanto por causas peregrinas. Me ha contado sus sueños, ha llorado y reído. Estaba enamorado y le dolió en el alma el final de su abrazo, le dejó tiritando. Le miraba a los ojos, mi niño, mi tesoro, que nada le haga daño. Y, como al fin y al cabo soy su madre (aprovechando el momento de intimidad), he acabado por convencerle de que no se ponga un piercing en la lengua. No tenemos remedio, las madres, digo.

Las voluntades son de seda y los ojos siempre son verdes.
Yo sigo con mi vida, como si nada, como si ya no lo hubieses salpicado todo.
Intento no perder el autobús en tus labios y casi siempre tropiezo cuando estoy en ti. Me voy volviendo algodón de azúcar para que te comas hasta mis pestañas.