Ah, que se me olvidaba, también quiero una siesta, una de esas buenas, cálidas, que te dejan un dulzor de caramelo en el paladar y un rastro de babilla por la comisura.... Mmmmmmmmm!!!
Hoy tengo hambre. No me extraña. Llevo una temporada tan frugal y ascética que parece que estoy plastificada. Me daría un atracón de todo. Quiero sol, sexo, helados, mar, música, risa, bombones, atardecer, césped, cine, golosinas, verbena, mimos, luz de luna, vino tinto, baile, sorpresas, besos, paraísos, cuentos, orgasmos, fresas...
Me recuerdo sentada en el columpio y a mi abuelo detrás, empujándome. Más fuerte, abuelo, que llegue al cielo. Aquel vértigo dulce, el miedo a que las cadenas del columpio se hiciesen trizas y el deseo remoto de que aquello ocurriera para salir volando.
Al fin sola
No sé si siempre es necesario hablar, decir todo lo que se piensa o lo que se siente. Hoy no tengo ganas de dar explicaciones, tengo silencio y es lo que hay. Esta obligación de diálogo permanente es una imposición que hace que me piquen las palmas de las manos. Si algo me molesta ¿tengo el deber absoluto de manifestarlo?, ¿qué gano con ello?, ¿todo va a cambiar el rumbo a mi favor sólo porque exprese mi descontento?
Lo que yo quiero hoy es permanecer callada, estar enfadada y no tener que recabar argumentos para justificar mi rabia. La tengo y ya.
El blog es el jacuzzi, un mundo aparte, un escondite cálido y tonificante. Aquí nos sumergimos y nos descorporalizamos. En el mundo virtual no tenemos granos, ni dolores de espalda, ni gafas. A pesar de que somos conscientes de la naturaleza ficticia de lo que contamos, buscamos y proporcionamos visos de realidad siempre fuera de las versiones cotidianas. Nos concedemos adaptaciones de identidad y aceptamos encantados las de los otros, como si no nos diéramos cuenta de la engañifa.
Así, sin cuerpo, somos lo que escribimos.
Esto nos proporciona placer por cuanto nos separa de nuestras grisuras y nos ofrece especiales sensaciones que revitalizan nuestra fantasía. Se suprime tanto agotador trabajo contractual y nos dejamos llevar por las burbujas relajantes de la red que nos acoge y nos escuda e incluso camufla algún que otro escupitajo.
Voayeurs y exhibicionistas nos damos cita en este mercado mensajístico, en este mundo aparte en el que parecemos encantados de conocernos y en el que los problemas se terminan cuando apagamos el ordenador. Ahí dentro se quedan los amigos, los enemigos, los comentarios amables, los destemplados, las citas, los halagos, los besos, lo íntimo, el diario adolescente se cierra con llavecita plateada...
El blog es el jacuzzi, el afrodisíaco, la intensidad sin compromisos.
No quiero formar parte de todo esto. No quiero saber nada de la boda. No quiero ser presidenta de mi comunidad de vecinos ni acudir a las reuniones. Quiero dejar de hablarme con la gente de mi oficina, no saludar al guarda jurado, no discutir con nadie. No quiero ver Madrid vestido de fucsia. No quiero ver la tele ni leer las revistas ni ir a la peluquería ni acudir a ninguna comunión. No quiero casarme, no quiero tener hijos ni trabajo ni nómina ni hipoteca. No quiero levantarme cuando suene el despertador, examinarme, hablar por teléfono. No quiero hacer la compra, rellenar la agenda, escribir post. No pienso sonreírle ni acudir a sus citas. No voy a donar nada para ninguna oenegé ni a comprar en ikea. No quiero más amigos, ni amigas, ni novios, ni cedés. No voy a hacer la declaración de la renta ni a reservar las vacaciones. Nunca más haré la cama ni reciclaré las pilas de botón. No me haré las revisiones ginecológicas preceptivas ni acudiré a las cenas de antiguos alumnos. No quiero saber si va a llover mañana ni comprar crema anticelulítica ni leche con omega tres. Me quiero borrar de todo. Tacharme.
Es raro que haya liebres cerca de mi casa, es raro que haya patos, pescadores, una regata de veleros teledirigidos. Es raro que pudiera coger un ramo de amapolas y margaritas, que la gente camine y vaya en bici. Es raro que este parque tan cercano me parezca otro sitio, un viaje. Es raro pasear de tu mano, comernos un trocito de tarde en un día de diario y volver juntos a casa como si fuera normal.
Desde la cima lo veo todo más claro. La perspectiva me tranquiliza. Observo los contornos con distanciamiento, como si no fueran conmigo. Allí sentada, espectadora de excepción, voy diseccionado con frialdad cada singularidad del paisaje. Nada me afecta, nada me molesta, nada me quita el sueño. La personas, los objetos y los acontecimientos se suceden fuera de mí y no me salpican. La cima me inmuniza.
Entonces no comprendo por qué, en un momento dado, cierro los ojos y me lanzo rodando por el terraplén, chocándome con todo lo que encuentro a mi paso, llenándome de rasguños, mareándome, ensuciándome de barro el vestido, los zapatos, las uñas... Y, sólo cuando llego abajo, maltrecha y agotada, me doy por satisfecha.
Algunas veces se me hace tarde para todo. No llego, no llego, se me hace tarde en el país de las maravillas. Algunas veces me cierran las ventanas y el supermercado y se me borran las páginas antes de poder imprimirlas. Esos días, como hoy, en los que llego tarde a las citas más deseadas, en los que el café no me llega a rozar los labios y las fotos me salen todas movidas, sólo la remota esperanza de haber escuchado su voz al otro lado del teléfono me riza las pestañas.
He presentado esta solicitud fuera de plazo después de estar tres horas haciendo cola ante la ventanilla. Justo cuando llegaba, ansiosa, temblando, con el papel perfectamente cumplimentado, el funcionario dio aviso del vencimiento y me recomendó volver a casa a esperar una nueva convocatoria.
Pues no me da la gana, de aquí no me muevo, yo ya estaba dispuesta a iniciar esta empresa, a cambiarme de ropa, a cambiarme de piel. Maldita burocracia de norma escrita, trayecto inamovible, de recorrido estricto, itinerario exacto.
Ya sé que esta solicitud de vida está fuera de plazo pero... y si esta vez me salto el reglamento y le rompo la cara al funcionario?
Nudos.
Nudos que he ido amarrando.
Nudos, uniones, lazos, vínculos.
Nudos simples, marineros, ochos, estribos, de sujeción, fijos, corredizos.
Nudos gordianos, de cabos escondidos, trenzados, rematados, sin desenlace.
Nudos que estrechan, aprietan, oprimen, dominan, tiranizan, asfixian.
Cabuyería electa.
Destrabar, desunir, dispersarse.
Hallar cabos que aflojen, remitan la congestión.
Volverme soplo y quedarme tumbada sobre cuerdas mullidas de tan deshilachadas.
A la de tres me sumergí en las aguas negras del mar de Escocia. Frío, desolación. Tenía que nadar y estaba... tan cansada. El fondo invisible tira de mí, remolino de angustias. Pesan los brazos, las piernas, lastres... No hay amarre, sujeción. Nado un poco más, busco rocas, rocas aunque me arañen. Las nubes siguen sobre el piélago y lo único que deseo es abandonarme, flotar, olvidar que hay alguien que me espera en cierta orilla.
¡Mierda!, otra vez dando patadas al aire, tragándome bolas de pelusas. Se extienden como un cosquilleo, terminan atorando mis pulmones, mi nariz, mis ojos. Comienza la sequedad, el rebullirme, la incomplacencia, la mueca del desaliento. Los músculos tirantes, recorridos de hormigas, el alma se pone un jersey marengo, el estómago rota y asciende el vómito del berrinche. La nube se coloca entonces, negra, sobre la lucidez y llueve y llueve sin clemencia, me voy empapando, calando, piel decolorada, huesos fragmentados, temblor en el fondo de todo, sin aire, sin hálito, replegada. ¡Mierda!, otra vez dando patadas al aire.
Realidades objetivas. Ahí están, afuera. Las cosas, como son. Pero la realidad entra en ti, la filtras, te transformas en prisma, en caleidoscopio. Entonces las cosas dejan de ser como son, ¿o nunca eran antes de pasar por ti? Percepciones, lo que calculas que significa cada puerta, cada abrazo, cada grito, cada lluvia, lo que crees, lo que sientes, objetividades singulares, subjetivas. Relativismo, visión del mundo, tamiz. Hechos de sueños, experiencias, prejuicios, deseos, objetivos, aspiraciones, ideales, apetencias, distorsiones, construimos un universo propio y creemos, ignorantes, que es el único.
No me digas que tengo que hacer ejercicio, que coma más despacio, que deje de fumar, que me corte el pelo, que no hable tan alto, que cuente hasta diez, que baje la radio, que conduzca con cuidado, que lleve al niño al psicólogo, que me compre un perro, que no viaje a Estados Unidos, que llame a mis tíos, que no me corte el pelo, que coma más rápido, que si quiero un pitillo, que suba la radio, que hable más alto, que conduzca deprisa, que no llego, que me voy a caer, que viaje más, que vea mundo, que me tumbe, que no me acueste tan tarde, que no me levante tan tarde... ¡DÉJAME EN PAZ!
Mira que me he estado resistiendo pero creo que ha llegado el momento, la hora exacta de declarar a Juanito mi amor incondicional. Este chico es que no puede ser más guapo. Le conocí cuando vino a podar los setos del jardín con su pálida carita magullada y ya me dieron ganas de curársela a besos así que poco después abrí una tienda de chocolates para que pudiésemos morirnos juntos de placer en una orgía de olores y sabores cálidos. Seguí persiguiéndole por tierra y aire, ya fuera vampiro, gitano o policía hasta que me arrastró a la mar convertido en el pirata más adorable que jamás conocieron los confines del mundo mundial. Hace unos días me asomé a una ventana secreta y allí estaba él convertido en escritor torturado esquizofrénico, paranoico y psicópata al que me ofrecí como víctima sin resistencia. Amo a Johnny Deep y he pensado que a lo mejor un día, que se encuentre aburrido o con el ego abatido, pone su nombre en el buscador de Google y los resultados le llevan hasta este blog mío en el que le declaro mi amor eterno y me busca y me llama y somos felices para siempre.
Hoy he leído dos hermosas noticias relacionadas con el amor (y eso que es jueves). La primera se refiere al sorprendente resultado de un estudio de “New Scientist” según el cual la condición de enamoramiento produce un cambio hormonal tan brusco que reduce las diferencias que existen entre ambos sexos. No hay que asustarse, los cambios no llenan de pelos los pechos de las damas ni aumentan el tamaño de las caderas varoniles; simplemente la línea divisoria entre géneros se difumina, se atenúa, se amortiguan las diferencias en pos de la pasión amorosa... Sin embargo, un tal Andreas Bartels, londinense él, dice que los cambios se producen única y exclusivamente por el incremento de actividad sexual y volvemos así al axioma fundamental, al tema. Seguramente el flemático éste tiene rezón y el intercambio de fluidos es lo que nos hace mimetizarnos con el otro hasta confundir nuestra propia identidad, al menos por un ratito.
Vamos con la otra historia, esta sí que funde y confunde amor y sexo, con un añadido artístico puramente delicioso. Se ve que una de las exuberantes gordas de Botero ha adquirido estatus milagrero en Cartagena (la del Caribe). Allí se ha extendido la costumbre de magrear sus voluminosos senos con el fin de asegurarse unas duraderas y fructíferas relaciones sentimentales. Por lo visto los pechos de la escultura han tenido que ser retocados varias veces ya que a base de caricias ha perdido el color original... Y digo yo “All you need is love”, o no?
Al fin sola
Volvía a casa sobre las diez de la noche escuchando la voz cadente y perezosa de Julieta Venegas. Tenía frío en el paladar y los ojos sedientos. Conducía demasiado rápido cuando pasé por aquella marquesina, la del 482. Había cuatro o cinco personas esperando, entre ellas, él. Cruzamos la mirada un segundo, mirada de llamada, de interrogación, de escalofrío, solicitud, ausencias, desamparo...
Di la vuelta en la primera rotonda que encontré, dispuesta a compartir con él el resto de mi vida pero cuando llegué el autobús ya había pasado dejando la marquesina limpia de viajeros.
Normalmente doy el pego: reluzco. Me miras y tienes la ilusión de que brillo con luz propia. Resulto hermosa. Me muestro siempre distante y fría, altiva, encantada de conocerme. A veces dejo que asome tímidamente mi lado oscuro, tenebroso... Pero sólo cuando yo quiero. Soy yo, soy yo la que deslumbra, el engaño perfecto, quien se deja querer, la que aparenta, la luminosa magia entre las sombras.
Sin embargo esta noche tengo miedo, miedo de que me veas desnuda, de que me veas mate y desprotegida, sin luz y sin calor. Mi piel radiante perderá el lustre justo al paso de la insidiosa Tierra, que me negará con su umbra la luz del sol. Paso de cometas desleales que me dejan con el culo al aire, sin escondite; alineaciones de planetas que no me piden permiso... Luna triste y sola, oscura y lóbrega, desamparada.
No mires esta noche al cielo porque apareceré tal como soy y quizás entonces ya no me quieras más.
Anoche estábamos cenando en casa con unos amigos cuando se presentó Hanny. Fue una visita inesperada y autonómica. Mientras todos empezaban a apremiarle para que se marchara yo le rogué que se quedase. Gire la silla para ponerme frente a él. Enseguida empezó a cocinar para sus invitados como yo había cocinado para los míos. Nos quedamos en silencio. Sólo se escuchaba su voz suave y elegante en el salón. Alguien hizo un comentario bufo para aliviar la tensión pero mi mirada de reproche terminó de inmediato con la broma. Le pedí a Hanny una copa de vino y respiré profundamente antes de llevármelo a los labios. Tras compartir su hambre y mi terror le seguí hasta mi propio dormitorio. Oí la voz angustiada de mis invitados cuando caminaba de su mano por el pasillo... ¡Clarice!